
1 Hijos, escúchenme a mí, que soy su padre; hagan lo que les digo, y así se salvarán. 2 Porque el Señor quiere que el padre sea respetado por sus hijos y confirmó el derecho de la madre sobre ellos. 3 El que honra a su padre expía sus pecados 4 y el que respeta a su madre es como quien acumula un tesoro. 5 El que honra a su padre encontrará alegría en sus hijos y cuando ore, será escuchado. 6 El que respeta a su padre tendrá larga vida y el que obedece al Señor da tranquilidad a su madre. 7 El que teme al Señor honra a su padre y sirve como a sus dueños a quienes le dieron la vida. 8 Honra a tu padre con obras y de palabra, para que su bendición descienda sobre ti, 9 porque la bendición de un padre afianza la casa de sus hijos, pero la maldición de una madre arranca sus cimientos. 10 No busques tu gloria a costa del deshonor de tu padre, porque su deshonor no es una gloria para ti: 11 la gloria de un hombre proviene del honor de su padre y una madre despreciada es un oprobio para los hijos. 12 Hijo mío, socorre a tu padre en su vejez y no le causes tristeza mientras viva. 13 Aunque pierda su lucidez, sé indulgente con él; no lo desprecies, tú que estás en pleno vigor. 14 La ayuda prestada a un padre no caerá en el olvido y te servirá de reparación por tus pecados. 15 Cuando estés en la aflicción, el Señor se acordará de ti, y se disolverán tus pecados como la escarcha con el calor. 16 El que abandona a su padre es como un blasfemo y el que irrita a su madre es maldecido por el Señor.
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