domingo, 13 de julio de 2008

La columna de hierro

Hace un par de meses estuve en casa de unos amigos en Granada. Después de tomarnos el café, como me consta que son aficionados a la lectura, les pedí que me recomendaran un libro. Me hablaron de La columna de hierro de Taylor Caldwel. Me volví de Granada con el libro en la mano, y al llegar a casa comencé la lectura del libro. Es una biografía novelada de Cicerón, donde se cruzan las intrigas palaciegas, las pasiones y los crímenes, y salen a relucir las cuestiones que más preocupaban a Cicerón: la religión, la política y la guerra. Es una apasionante recreación del Imperio Romano en toda su riqueza y esplendor.
Me ha chocado la actitud de Cicerón respecto a la sinceridad, era una persona que era incapaz e mentir, algo que es muy normal en el siglo XXI.

sábado, 12 de julio de 2008

Eso que llaman "muerte digna"

Publicado por Justino Sinova en El Mundo el día 11 de julio.
Rodríguez Zapatero y su aparato de propaganda han puesto en marcha una campaña por la eutanasia que utiliza el eufemismo muerte digna, construido por los promotores de tal práctica. La mayoría de los comentarios que ha suscitado este proyecto salido del congreso del PSOE coincide en interpretarlo como una tapadera de los problemas que aquejan ahora a España, especialmente la crisis económica que va camino de recesión. Puede ser, pero los proyectos que se echan a rodar acaban algún día realizados y, aunque tarde en llegar ese día, éste es un capítulo propagandístico que causa su efecto; en especial, un efecto social muy negativo.Llamar muerte digna a la eutanasia es como llamar belleza a la fealdad, día a la noche, agua al fuego. Pero no se busca con esa etiqueta la precisión del concepto, sino hacer presentable algo que en sí mismo es inconfesable, o sea, lograr la aceptación de una práctica que, definida en sus justos términos, es necesariamente rechazada de plano desde un mínimo sentido ético de la vida.Muchos de los que afirman la necesidad de la eutanasia y, por supuesto, muchos de los que, siendo objetivos de una constante y engañosa propaganda, la contemplan con indiferencia, desconocen su verdadera dimensión. Creen que es realmente una muerte digna y por lógica se apuntan a tal dignidad. Si tuvieran acceso a una explicación veraz de lo que efectivamente es, se escandalizarían y luego la rechazarían. Porque la eutanasia tan hábilmente disfrazada no consiste en una muerte placentera, sino en el acortamiento de la vida.La eutanasia requiere una intervención activa del médico o de otra persona para provocar la muerte. Que eso se haga tratando de evitar sufrimientos al paciente no es lo esencial de la práctica, pues el combate al dolor es un objetivo cardinal de la ciencia médica; lo esencial es que se trunca una vida.Las prácticas eutanásicas no deben ser confundidas ni con los cuidados médicos para ahorrar al paciente el dolor, que cuando son bien aplicados no reducen sus expectativas de vida, ni con la evitación del encarnizamiento terapéutico, que es la renuncia a aplicar tratamientos médicos inútiles a un enfermo desahuciado o a un enfermo terminal, lo que equivale a la no prolongación artificial de la vida sin posibilidades de recuperación.Todos los trabajos médicos en la última etapa de una vida son excepcionalmente delicados, pero hay algo que les hace nobles o indignos: el respeto a la vida del paciente. Es noble todo lo conducente a salvar, a prolongar, a respetar la vida, junto con el combate siempre necesario al dolor; es deplorable todo lo conducente al acortamiento de la vida, por muy aséptico y placentero que sea el trámite.Por eso, llamar muerte digna a la eutanasia es un gran engaño. No puede haber dignidad en la eliminación de una vida. Todo ello sin entrar en otra falacia de la expresión, que niega la dignidad de otra muerte. Si la eutanasia es la muerte digna, la otra muerte no es digna, lo cual es una aberración obvia, aunque pase tan inadvertida para muchos. Por lo demás, se quiere hacer pasar la eutanasia como un signo de modernidad, pero es una agresión contra la vida. No tiene que ver con la evitación del dolor, repito. Cuando un médico se afana en evitar el dolor de sus pacientes al tiempo que protege y cuida su vida, ese médico sí tiene una actuación digna. Lo digno no puede ser nunca el adelanto de una muerte.