miércoles, 11 de febrero de 2009

A José Aguilar Millán

Publiqué una carta hablando de los jueces :http://hablaenplata.blogspot.com/2008/12/ni-los-jueces-se-ponen-de-acuerdo.html. Pasados unos días José Aguilar Millán dijo lo siguiente: http://hablaenplata.blogspot.com/2009/01/rplica-blas.html . Y hace unos días le han dicho lo siguiente en el Diario Jaén: El viernes 16 de enero, una carta publicada por José Aguilar Millán formulaba diversas afirmaciones sobre el caso del juez Ferrín Calamita, que deseo comentar con ánimo de facilitar la correcta ponderación de un fenómeno de gran actualidad. El debate abierto en la opinión pública sobre la adopción de niños por parejas de lesbianas es un problema cuya visión completa debe ser sosegada. Ello supone una actitud de acogida, de delicadeza tanto hacia la persona homosexual como hacia quienes no comparten que estas adopciones deban ser permitidas.El respeto al pluralismo es una de las condiciones de toda política justa, porque supone el reconocimiento a las diferencias. Pero sólo es posible cuando las diferencias se apoyan sobre valores comunes, que hacen las veces de fondo de garantías: y son las exigencias fundamentales de la naturaleza humana. Por eso, pluralismo no debe confundirse con relativismo, con el todo vale. Una sociedad entiende el pluralismo cuando las diferentes conductas posibles respetan la base común de los derechos humanos. De ahí, que el pluralismo y la objetividad moral no estén reñidas. De lo contrario, si la moralidad no pudiera objetivarse en los derechos fundamentales de la persona, nada sería condenable ni siquiera en los tribunales. El núcleo esencial del problema está no solamente en el derecho que tienen los niños a tener padre y madre, sino además a que se les adjudique la mejor opción de “padre y madre” en el caso de que alguien tenga que tomar la decisión para ellos. Para defender este derecho, no es necesario tener unas posiciones religiosas o confesionales, como pueden querer hacernos creer quienes lo niegan. Basta apoyarse en el derecho del ser humano y en su propia salud. El séptimo principio de la Declaración Universal del Derecho del niño estipula que el “interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen responsabilidad de su educación y orientación”. Para la mayoría de nosotros, nuestra realidad ha sido tener un padre y una madre, pese a que muchos hayan tenido la suerte de salir adelante faltando uno de los dos o ambos. No parece prudente que la experiencia milenaria de construir de este modo con éxito la familia humana se eche abajo ante un inexistente “derecho de adopción” por parte de una pareja de personas lesbianas, cuyos derechos terminan, como dice el juez Calamita, donde empiezan los derechos de un menor de edad. Así lo confirman también múltiples tratados internacionales y la Constitución. Las nuevas personas que vienen al mundo tienen el derecho de que no se les prive de algo que ya ha funcionado bien durante milenios. Es un problema muy grave, porque una persona tiene derecho a su identidad de género y eso está en todos los códigos éticos hoy, y es parte de los derechos humanos. Un niño forma su identidad a lo largo de muchos años, incluso su identidad sexual, ya que en sus primeros años de vida aprende, observa por comparación diferencias morfológicas con las niñas, pero todavía no sabe qué es ser hombre y qué ser mujer, que es lo masculino y lo femenino. La identidad masculina la adquiere el varón en interacción con su padre, que es su modelo más natural, más cercano, el origen de su origen, al que quiere y del que procede. No se olvide que cuando alguien se pregunta ¿quién soy yo?, los primeros que comparecen siempre son sus progenitores, porque no se ha dado el ser a sí mismo. Hay un encadenamiento, una vinculación, un apego intersubjetivo que no es renunciable. Si ese niño convive con una pareja en la que ambos son hombres o mujeres, la imagen masculina ha desaparecido, porque dos hombres son más idénticos que un hombre y una mujer y, porque el hombre no se descubre a sí mismo, sino cuando se encuentra con la mujer. En todo hombre hay una parte de su yo que no descubre sin el encuentro con una persona del sexo complementario, que es distinta de él y que se llama mujer. El niño necesita de los dos para adquirir su identidad sexual, y no se le puede privar de lo que es su identidad sexual, porque entonces se incurre en la autoconfusión, ¿cuál es mi destino? ¿A quién vale la pena que yo le de todo lo que soy?Ese derecho a saber la identidad sexual está absolutamente roto cuando se vive con dos padres varones o mujeres ¿Qué quiere decir esto? Que el derecho a la adopción debe regularse en función del más débil, que es el niño, y que no son ni los varones homosexuales, ni las mujeres lesbianas. Porque no tienen ningún derecho a adoptar a nadie. Los derechos son del más débil. La adopción tiene que imitar la naturaleza y eso es infalible e infalseable, y la naturaleza nos dice que cada niño procede de un óvulo femenino y de un espermatozoide masculino. Una ley de adopción por parte de parejas homosexuales, incurre en una gravísima ilegitimidad contra natura, que genera una crisis de identidad en los chicos y chicas adoptados por parejas homosexuales. Francisco Amate

No hay comentarios: