Me entero por la prensa que en la Jefatura Provincial de Tráfico de Huelva, posiblemente, se han dado permisos de conducir a personas sin pasar los exámenes previstos para ello. Si esto es así, la verdad, es que me da mucha pena, porque usted se está cargando los relatos más simpáticos que se pueden contar sobre la obtención del carné de conducir. Los que somos mayores de 18 años lo hemos contado infinidad de veces a nuestros familiares, amigos, conocidos y a todo el mundo que se ha puesto a nuestro lado.
Mi relato empezó a los 18 años, después de que mis padres me insistieran muchísimo para que me apuntara a una autoescuela. Yo no tenía ganas de carné ni de coche, es más, no sabía para qué servía el freno, el embrague, las marchas, etc. Fui a la autoescuela, me dieron un libro, y todas las tardes hacía un tets. Pasaron los meses, y las personas que empezaron la autoescuela conmigo iban a examinarse. Yo me quedaba haciendo tets, porque no aprobaba ni uno. Un día le pregunté al profesor, y me dijo que yo iría a examinarme cuando sacara 0,0 en los tets, le estoy hablando del año 1979. Le dije que me arreglara los papeles, para presentarme, que yo estudiaría. Me presenté al práctico, y lo aprobé a la primera.
Empecé a hacer las prácticas de automóvil, recuerdo que el primer día, el profesor me explicó las partes del coche, y para qué servía cada cosa. Hice las prácticas previstas, y me presenté al examen de pista, los mayores lo recordarán. No hubo manera, suspendí. A la semana siguiente, me volví a presentar, suspenso. Aprobé la pista a la séptima. Después venía la ciudad, no me dejó examinarme el profesor, me decía que no estaba preparado.
Más clases, y clases y clases. Me presenté a ciudad, no aprobé. La semana siguiente, tampoco aprobé. Lo mismo pasó la semana siguiente. Era el alumno más conocido de las autoescuelas de la provincia, todo el mundo me conocía, incluso los examinadores. Cuando me veían me decían: ¿Qué vamos a hacer hoy? Yo, no contestaba. Por fin, aprobé, pero a la décimo octava. Cuando llegué a casa, ni mis padres, ni mis amigos, ni mis conocidos, ni mis compañeros de trabajo se lo creían. Me decían que era una broma, que era imposible que yo me sacara el carné de conducir. Por cierto, me costó el carné 100.000 ptas.
Don Andrés Sánchez, por favor, no se cargue historias tan bonitas como la mía. Que todo el mundo se examine, y así contará su historia, porque tiene que ser depresivo sufrir en silencio y pensar: "Me han dado el carné por la cara".
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