En estos días mucha tinta está corriendo con motivo del aniversario de Darwin. Algunos artículos me han sorprendido por la contraposición que sostienen entre evolución y creación. He tenido la suerte de conocer y oír a un científico español, de fama mundial, desgraciadamente fallecido hace dos años: el profesor Mariano Artigas. Él mantenía que la evolución es compatible con la existencia de un dios creador y con el consiguiente plan divino acerca de la creación porque evolucionismo se sitúa a otro nivel. Así lo reconocieron casi todos los evolucionistas, también quienes son agnósticos. La evolución sólo sería incompatible con una creación estática, según el cual, la naturaleza habría sido creada en su estado actual. O con un plan lineal. Se comprende que sólo nieguen la compatibilidad entre la evolución y el plan divino algunos fundamentalistas que sostienen una interpretación demasiado literal del relato bíblico y algunos científicos y filósofos que sostienen posesiones científicas. Puede decirse, incluso, que el proceso evolutivo resulta difícilmente comprensible si no existe algún tipo de dirección o plan: ese proceso supone la existencia de unas potencialidades iniciales muy específicas, cuyas sucesivas actulizaciones a lo largo del tiempo conducen a nuevas potencialidades. Además ha sido necesaria la coincidencia de muchos factores que han hecho posible esa enorme cadena de actulización de potencialidades.
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