Copio un artículo de Isabel Sansebastían en El Mundo del día 17 de septiembre. TOMO PRESTADO el título de esta columna de un libro recién publicado, firmado por Fernando de Haro, quien extrae a su vez estas palabras de la carta que, en pleno nazismo, escribe a su hijo libre una doctora judía recluida en el gueto de una ciudad ucraniana: «Recuerda que el amor de tu madre siempre estará contigo, en los días felices y en los días tristes, nadie tendrá el poder de matarlo. Vitenka... Ésta es la última línea de la última carta de tu madre. Vive, vive, vive siempre...».
Lo que pretenden los impulsores de esta nueva ley del aborto es sencillamente lo contrario: separar al hijo de su madre, matar el amor espontáneo que ella siente por él y finalmente asesinarle a sangre fría mientras está absolutamente indefenso. Todo ello bajo el paraguas salvaconciencias de un presunto feminismo libertador de la mujer, con el pretexto de impedir que acaben entre rejas las víctimas de embarazos no deseados sometidas, según la mentira oficial circulante, a la persecución implacable de un Estado reaccionario y machista.
Pues no, señores y señoras del Gobierno. No es así. Ninguna mujer ha ido a la cárcel en los últimos 30 años por someterse a un aborto, incluso cuando lo hacía en flagrante fraude de ley, ni es ésa la finalidad que perseguimos quienes defendemos la vida. Es más; es justo la contraria. Ustedes apuestan por la muerte como solución final -qué curiosa coincidencia en los términos- a una gestación involuntaria, mientras nosotros abogamos por ayudas, comprensión y alternativas que hagan posible el nacimiento de esa criatura. Ustedes apuestan por la muerte de los no queridos, los enfermos, los minusválidos y los pobres, porque liquidarlos es la fórmula más barata para las arcas públicas. Nosotros exigimos políticas sociales que les permitan vivir y hacerlo de manera digna, sin renunciar a la felicidad. Ustedes apuestan por la muerte como derecho; sí, derecho de la mujer a aniquilar a sus hijos en los plazos que han establecido arbitrariamente. Nosotros reivindicamos por el contrario el derecho a la maternidad, al goce de ver crecer a los niños sintiendo en el corazón un amor indestructible, sin por ello renunciar al ocio, al trabajo retribuido, al ascenso profesional y a las mismas oportunidades que cualquier otro ciudadano. Ustedes apuestan por la muerte en nombre del progreso. ¡Qué paradoja! Nosotros proclamamos en voz alta que no hay progreso sin vida.
Por eso estaremos hoy, a las cinco de la tarde, en la Puerta del Sol, para gritar, como Anna Semionovna, a nuestros hijos: ¡Vivid, vivid, vivid siempre!
Lo que pretenden los impulsores de esta nueva ley del aborto es sencillamente lo contrario: separar al hijo de su madre, matar el amor espontáneo que ella siente por él y finalmente asesinarle a sangre fría mientras está absolutamente indefenso. Todo ello bajo el paraguas salvaconciencias de un presunto feminismo libertador de la mujer, con el pretexto de impedir que acaben entre rejas las víctimas de embarazos no deseados sometidas, según la mentira oficial circulante, a la persecución implacable de un Estado reaccionario y machista.
Pues no, señores y señoras del Gobierno. No es así. Ninguna mujer ha ido a la cárcel en los últimos 30 años por someterse a un aborto, incluso cuando lo hacía en flagrante fraude de ley, ni es ésa la finalidad que perseguimos quienes defendemos la vida. Es más; es justo la contraria. Ustedes apuestan por la muerte como solución final -qué curiosa coincidencia en los términos- a una gestación involuntaria, mientras nosotros abogamos por ayudas, comprensión y alternativas que hagan posible el nacimiento de esa criatura. Ustedes apuestan por la muerte de los no queridos, los enfermos, los minusválidos y los pobres, porque liquidarlos es la fórmula más barata para las arcas públicas. Nosotros exigimos políticas sociales que les permitan vivir y hacerlo de manera digna, sin renunciar a la felicidad. Ustedes apuestan por la muerte como derecho; sí, derecho de la mujer a aniquilar a sus hijos en los plazos que han establecido arbitrariamente. Nosotros reivindicamos por el contrario el derecho a la maternidad, al goce de ver crecer a los niños sintiendo en el corazón un amor indestructible, sin por ello renunciar al ocio, al trabajo retribuido, al ascenso profesional y a las mismas oportunidades que cualquier otro ciudadano. Ustedes apuestan por la muerte en nombre del progreso. ¡Qué paradoja! Nosotros proclamamos en voz alta que no hay progreso sin vida.
Por eso estaremos hoy, a las cinco de la tarde, en la Puerta del Sol, para gritar, como Anna Semionovna, a nuestros hijos: ¡Vivid, vivid, vivid siempre!
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