El viernes pasado mi antiguo alumno agarró el avión hacia la India. El día anterior le llamé para desearle suerte, y seguía estando igual o más contento. Me pidió que lo mantuviera al tanto de todo lo que ocurriera en su colegio, y que él desde la India rezaría por todos los que estamos en Altocastillo.
Yo, como siempre, me emocioné, y como pude me despedí de Luis Carlos.
Casos como éste, es lo que nos hace a los profesores no cansarnos de nuestra profesión, a pesar de lo difícil que está la enseñanza en nuestros días.
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