jueves, 18 de septiembre de 2008

Se olvidaron de vivir

Carta al director que apareció el 18 de septiembre en el diario JAÉN. Publicada por Ana Castillo Sabalete.
El alzheimer, esa inquietante enfermedad neurorodegenerativa, a la que se le ha dado por llamar “la epidemia del siglo XXI” y aun con tantos avances de la ciencia, todavía se desconocen las causas que la provocan. Ataca al cerebro produciendo graves deterioros en las funciones cognitiva, conductual y motora, en definitiva, se olvidan de vivir y sus vidas se convierten en un presente sin pasado y sin futuro.Mientras se pueda, hay que recordarles quienes fueron con olores y sabores, con besos y palabras, con sonrisas, para que no se encierren en ellos mismos y no se olviden de vivir, aunque, algún día, eso sea una triste realidad. ¿Hay algo peor que no saber quién eres? Vivo muy de cerca, y diariamente, esta cruel enfermedad y veo cómo afecta a la familia, veo la tristeza, el sufrimiento y la impotencia de tantos años cuidando a una enferma que también se olvidó de vivir, una mujer que fue puro nervio y fuerza, todo bondad y alegría, pero el olvido se instaló, poco a poco, en su mente y los recuerdos se le escaparon sin previo aviso. Un día no sabía su nombre, al otro quién era su hija, al siguiente el día que era y así se descompuso el puzle de su vida. Pasó a depender de los demás para todo, y necesita ahora, y desde hace 11 años, cuidado las 24 horas del día, es una realidad dura que golpea la mente de quien la padece y el corazón de la familia, todo se trastoca y todo cambia en la vida de quienes la cuidan, se resiente la salud y la economía, cambia todo en la unidad familiar y se plantean dudas, miedos, negación, no saben cómo afrontar aquello porque significa, sobre todo, renuncia, el enfermo necesita cuidados, moverlos a menudo para evitar úlceras, que su piel esté muy hidratada, una dieta rica en fibra, aseo y, sobre todo, paciencia y mucho amor. Las personas que la cuidan pierden prácticamente su vida, por lo que me parece una tarea digna de mención y honor, porque su necesidad es cubrir la necesidad de su madre y se entregan en cuerpo y alma a su cuidado, tienen momentos de bajón y tristeza en los que las fuerzas flaquean, pero es tanto ese amor y saben cuánto les necesita ella, que sacan esas fuerzas de donde no las hay para seguir en esta lucha tan larga. Me gustaría que se les diera un merecido reconocimiento a las familias y cuidadores de estos enfermos, enfermos del silencio, que entregan años de su vida a cambio de nada, que dejan de hacer planes para mañana, que no saben de una expansión ni de un desentenderse, ellos, poco a poco, también se olvidan de vivir porque, sobre todas las cosas, prevalece el cuidado de su madre y su bienestar. Que el Día del Alzheimer no sea un simple día que pasa sin más, que las asociaciones hagan más, que la sanidad haga más, que la sociedad se conciencie con sus enfermos y se les dé todo cuanto ellos merecen.

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