¡Qué ridículos resultan los señores/as diputados si pretenden debatir en el Congreso una supuesta reprobación contra el Papa!
Y todo porque Benedicto XVI, como buen pastor, explicó en el continente africano a los cristianos y a todas las personas que desearan escucharlo, la doctrina católica, basada en la ley natural, sobre un ejercicio más humano de la sexualidad. Y esto es algo a lo que el Papa no sólo tiene derecho, sino también obligación por delegación expresa de Jesucristo de la autoridad para enseñar a su grey.
Que hay quienes no están de acuerdo con sus palabras...; es lógico y natural. Pues con su pan se lo coman. Pero que una vez más, pretenda el pensamiento laicista, que no laico ni aconfesional, restringir a los púlpitos la acción y predicación de la Iglesia, no sólo es sectario, sino suicida e injusto.
¡Qué desastre para nuestra sociedad si la voz y la labor de la Iglesia quedasen encerradas en las sacristías! La Iglesia está en primera línea siempre que hay necesidades sociales, asistenciales, culturales…
¿Qué pasaría con los más de 400.000 niños que asisten a centros educativos de la Iglesia? ¿Qué ocurriría con los más de 200.000 mil inmigrantes en distintos Servicios y Centros vinculados a la Iglesia? ¿Qué sucedería con la atención pastoral de presos que realizan los capellanes penitenciarios en 82 cárceles españolas? ¿Y los más de 50.000 niños y jóvenes de educación especial atendidos por la Iglesia? ¿O los más de 25.000 huérfanos y más de 57.000 ancianos?
También la Iglesia trabaja a diario en más de 200 centros hospitalarios, ambulatorios y dispensarios, 876 casas para ancianos, enfermos crónicos, inválidos y minusválidos; cerca de 900 orfanatos y centros para la tutela de la infancia; más de 300 guarderías; 365 centros especiales de educación o reeducación social; 144 centros de caridad y sociales y 300 consultorios y centros para la defensa de la vida y la familia; 147 países donde están cerca de 18.000 sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares en misiones.
Sras. y sres. diputados no sean ridículos, ni conviertan nuestro Parlamento en un circo ¿Acaso no tiene nuestro país muy graves y urgentes problemas por resolver que justifiquen sus sueldos?
Y todo porque Benedicto XVI, como buen pastor, explicó en el continente africano a los cristianos y a todas las personas que desearan escucharlo, la doctrina católica, basada en la ley natural, sobre un ejercicio más humano de la sexualidad. Y esto es algo a lo que el Papa no sólo tiene derecho, sino también obligación por delegación expresa de Jesucristo de la autoridad para enseñar a su grey.
Que hay quienes no están de acuerdo con sus palabras...; es lógico y natural. Pues con su pan se lo coman. Pero que una vez más, pretenda el pensamiento laicista, que no laico ni aconfesional, restringir a los púlpitos la acción y predicación de la Iglesia, no sólo es sectario, sino suicida e injusto.
¡Qué desastre para nuestra sociedad si la voz y la labor de la Iglesia quedasen encerradas en las sacristías! La Iglesia está en primera línea siempre que hay necesidades sociales, asistenciales, culturales…
¿Qué pasaría con los más de 400.000 niños que asisten a centros educativos de la Iglesia? ¿Qué ocurriría con los más de 200.000 mil inmigrantes en distintos Servicios y Centros vinculados a la Iglesia? ¿Qué sucedería con la atención pastoral de presos que realizan los capellanes penitenciarios en 82 cárceles españolas? ¿Y los más de 50.000 niños y jóvenes de educación especial atendidos por la Iglesia? ¿O los más de 25.000 huérfanos y más de 57.000 ancianos?
También la Iglesia trabaja a diario en más de 200 centros hospitalarios, ambulatorios y dispensarios, 876 casas para ancianos, enfermos crónicos, inválidos y minusválidos; cerca de 900 orfanatos y centros para la tutela de la infancia; más de 300 guarderías; 365 centros especiales de educación o reeducación social; 144 centros de caridad y sociales y 300 consultorios y centros para la defensa de la vida y la familia; 147 países donde están cerca de 18.000 sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares en misiones.
Sras. y sres. diputados no sean ridículos, ni conviertan nuestro Parlamento en un circo ¿Acaso no tiene nuestro país muy graves y urgentes problemas por resolver que justifiquen sus sueldos?
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