martes, 7 de abril de 2009

Lección desde Atapuerca

Artículo publicado en El mundo el jueves 2 de abril.
Muy retrógrados debemos ser quienes defendemos la vida de los no nacidos frente a la cultura de la muerte, cuando encontramos referentes de conducta en el homo heilderbergensis que habitó la sierra de Atapuerca hace 530.000 años. ¿O acaso fuera éste mucho más progresista de lo que habíamos creído hasta ahora? Lo cierto es que los antropólogos de la Sima de los Huesos acaban de sacar a la luz un cráneo; un fósil perteneciente a un antepasado remoto que constituye una lección magistral de humanidad cuya vigencia y oportunidad resultan estremecedoras.Atenta, señora ministra de Igualdad. Atentas, autoproclamadas feministas. Atentos, satisfechos miembros y miembras de esa presunta vanguardia intelectual que confunde los derechos de la mujer con una patente de corso para sacrificar inocentes:Resulta que nuestros ancestros más lejanos, aquellos homínidos anteriores a los neandertales, que a duras penas sobrevivían en cuevas al ataque aterrador de múltiples depredadores, tenían en tan alta consideración a sus congéneres que cuidaron y sacaron adelante a una niña deforme, seguramente ciega y sorda, a lo largo de al menos 10 años. La protegieron, la alimentaron, la vistieron y le proporcionaron, es de suponer, todo el cariño del que eran capaces. Era un lastre gigantesco para el clan; un ser costoso de mantener e incapaz de aportar nada útil al colectivo, que, pese a ello, fue aceptado y amado. ¿Y nosotros les llamamos primitivos?Aquí y ahora, en la España de Zapatero, Aído o Soria, un bebé con malformaciones es carne de aborto o interrupción voluntaria del embarazo, según el eufemismo empleado para evitar llamar a las cosas por su nombre. Aquí y ahora la doctrina oficial considera que una vida humana imperfecta (esto es; aquejada del síndrome de Down o de cualquier otra patología congénita susceptible de ser considerada grave por su madre) no merece que el Estado se gaste un euro en ella. ¡A la trituradora! Una solución rápida, higiénica y, sobre todo, económica, que se disfraza de conceptos como el de libertad a fin de ocultar su auténtica naturaleza.Algo muy parecido argumentaban los nazis para justificar su abominable política de limpieza racial, diferenciando entre quienes merecían ser tratados como seres humanos y quienes, por el contrario, no alcanzaban la consideración de personas.Frente a ellos, frente a nosotros, nuestros bisabuelos de Atapuerca reconocieron hace 530.000 años la dignidad inalienable de una pequeña gran inválida. ¡Qué pedazo de enseñanza!
Isabel Sansebastián

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