Una historia bonita

Mi prima Carmen dedica el poco tiempo libre que tiene a una ONG de Madrid. Esta ONG se ocupa de cuidar ancianos que están solos en sus domicilios, y no quieren, o no tienen posibilidades de irse a vivir a una residencia de ancianos.

Un sacerdote de la parroquia cercana a la sede de la ONG, les avisó que había un anciano que necesitaba ayuda, porque estaba solo en su domicilio, y no tenía familia que le pudiera atender.

Mi prima se dirigió a casa de este anciano, y me dice que lo que allí vio fue desastroso. El anciano tenía el síndrome de Diógenes, trastorno del comportamiento que normalmente afecta a personas de avanzada edad que viven solas. Se caracteriza por el total abandono personal y social y por el aislamiento voluntario en el propio hogar, acompañados en muchos casos de la acumulación de desperdicios domésticos.
Mi prima al observar cómo vivía el anciano decidió junto con otras amigas, que el piso había que adecentarlo. Así lo hicieron durante una semana. Me dice que dejaron el piso tan limpio como una patena. A todas estas, cuidaron del anciano: lo asearon, lavaron, compraron ropa nueva, etc.

Todas las tardes se desplazaba un par de horas al domicilio del anciano, y le ayudaba en lo que necesitara. El dueño del piso, todos los días le daba las gracias por lo que estaba haciendo por él.

Después de varios meses de visitas diarias, mi prima le dijo al anciano que dada su edad, debería de ir comprando el billete para el viaje final. Él se puso muy serio y le dijo: -"La última vez que entré en una iglesia fue en el año 36, para quemarla, pero si usted me dice que debo de comprar el billete para el viaje final y para ello debo de ir a una iglesia, estoy dispuesto a confesarme".

El anciano fue a una iglesia, se confesó, y a los tres días falleció.

Mi prima lloró como si hubiera sido alguien de su familia.