sábado, 1 de mayo de 2010

Pedofilia



Carta aparecida el miércoles día 28 de abril en el periódico Jaén.
Desde lugares distintos se están produciendo acusaciones sobre sacerdotes, religiosos y personal de colegios relativos a conductas relacionadas con la pedofilia, recientemente en una entrevista Mons. Scicluna, informaba que en el período de 2001-2010 se habían recibido y analizado 3000 casos concernientes a delitos cometidos en los últimos 50 años, y sólo 300 casos representan gravedad de acusación, y de ellos sólo se pudieron comprobar 60 culpables, esto representa el 0.0001% de los 400.000 sacerdotes a nivel mundial. También en un estudio reciente la agencia 20minutos, publicó la noticia que sólo entre los años 1997 y 2005 hay más de 9.700 denuncias de personas que no eran sacerdotes o religiosos, implicados en redes de pederastas. El periodista Andrea Tornielli informaba que “en Alemania desde 1995 se notificaron 210.000 casos de delitos contra menores, de ellos sólo 94 casos correspondieron a personas dentro de la Iglesia católica, lo que equivale a 1 sobre 2000”.
Las cifras de esta catástrofe nos hablan de una enfermedad moral de nuestra época y reclaman dirigir la mirada, no al celibato de los sacerdotes católicos, sino a la revolución sexual del 68, al relativismo y a la pérdida del significado de la vida que aflige a las sociedades occidentales. Parece mentira que estas cifras tan pequeñas hayan desatado una campaña tan agresiva contra la Iglesia Católica y que apenas se diga nada de lo ocurrido en Estados Unidos, que en el mismo periodo fueron 5.000 los profesores de gimnasia y entrenadores deportivos que sufrieron idéntica condena y que en ese País dos tercios del total de los casos contabilizados corresponden a personas del ámbito familiar.
El posible decaimiento del sentido de la responsabilidad en algunos pastores no es un fenómeno moderno; surge ya en tiempos de los apóstoles, en el mismo siglo en el que había vivido en la tierra Jesucristo Nuestro Señor. Por esto, si alguna vez, Dios permite esta prueba, y aparecen pastores indignos de este nombre, no podemos escandalizarnos. Cristo ha prometido asistencia infalible e indefectible a su Iglesia, pero no ha garantizado la fidelidad de los hombres que la componen.
Las personas con una mínima formación saben distinguir lo que es la Iglesia –santa- porque fue instituida por Jesucristo, de las personas que la componen, que son de carne y hueso como todos, y, que a pesar de sus esfuerzos y luchas por cambiar y mejorar, tropiezan y caen una y otra vez. Me parece interesante recordar que cuando los donatistas, en el siglo V, organizaban sus ataques contra los católicos, defendían la imposibilidad de que el obispo de Hipona, Agustín, profesase la verdad, porque había sido un gran pecador. San Agustín sugería, a sus hermanos en la fe, cómo habían de replicar: Agustín es obispo en la Iglesia Católica; él lleva su carga, de la que ha de dar cuenta a Dios. Lo conocí entre los buenos. Si es malo, él lo sabe; si es bueno, ni siquiera en él he depositado mi esperanza. Porque lo primero que he aprendido en la Iglesia Católica es a no poner mi esperanza en un hombre.
El Papa Benedico XVI recientemente ha declarado que los culpables de estos hechos han traicionado la confianza depositada en ellos por la Iglesia, por jóvenes inocentes y por sus padres, y que han de responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos.
Sin embargo, no podemos ignorar, la gran labor y el trabajo –a veces silencioso y heroico, con riesgo de perder hasta la vida, los bienes, el prestigio y otros bienes de tantas personas ejemplares (sacerdotes, religiosos y laicos) repartidas a lo largo y ancho de la Tierra, frecuentemente en países subdesarrollados, por mostrar sólo un ejemplo de hace sólo unos días, la agencia AsiaNews informa: “una pareja de esposos cristianos de Pakistán ha sufrido terribles violencias: él fue quemado vivo, ella violada por la policía”.
Por último, resulta un poco curioso y extraño, que esta campaña de hostigamiento a la Iglesia se desarrolle en estos momentos, cuando la Iglesia está iniciando una campaña en defensa de la vida en todas sus etapas y en contra del aborto y de la eutanasia.
Plácido Cabrera

No hay comentarios: