Durante estos días estamos recordando los 30 años de la llegada de la democracia a nuestro país. Todo el mundo reconoce la figura de Adolfo Suárez, el entonces presidente del gobierno y ganador de las primeras elecciones democráticas. Él supo llevar nuestro país desde la dictadura a la democracia, y eso no tiene precio. Recuerdo el día del golpe de estado del 23 de febrero de 1981, cuando Tejero entró en el congreso, después de los tiros en el techo, todos los diputados se escondían en su escaño, y Suárez permanecía, impertérrito, en su escaño, porque sabía que él representaba la legalidad vigente.
Después de su periplo en la política y el gobierno, Adolfo pasó unos años malísimos, luchando contra las enfermedades de su mujer e hija. Suárez siempre ha estado en el lugar que debía de estar, tanto como presidente del gobierno como padre de familia.
Es una pena que no le podamos dar las gracias por lo que ha hecho por todos nosotros, porque él, debido a su enfermedad, no recuerda nada de lo ha hecho por todos los españoles, pero es de justicia, que nosotros se lo agradezcamos a sus hijos.
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