jueves, 1 de mayo de 2008

La cruz en tres décimas de Calderón de la Barca

Este artículo me lo han publicado en la revista "Misericordia 2008"
" Árbol, donde el cielo quiso
dar el fruto verdadero
contra el bocado primero;
flor del nuevo paraíso;
arco de luz, cuyo aviso
en piélago más profundo
la paz publicó del mundo,
planta hermosa, fértil vid,
arpa del nuevo David,
tabla de Moisés segundo.


Pecador soy; tus favores
pido por justicia yo,
pues Dios en ti padeció
Sólo por los pecadores.
A mí me debes tus loores,
que por mí solo muriera
Dios, si más mundo no hubiera.
Luego eres tú cruz por mí,
que Dios no muera en ti
si yo pecador no fuera

Mi natural devoción
siempre os pido con fe tanta,
no permitieseis, Cruz santa,
muriese sin confesión.
No seré el primer ladrón
que en vos se confiese a Dios.
Y pues que ya somos dos,
-y yo no lo he de negar- ,
tampoco me ha de faltar
redención que se obró en vos”.
(La devoción de la cruz. vv.2276-2305)

Este texto está incluido en la obra de Pedro Calderón de la Barca “La devoción de la Cruz” El personaje principal, Eusebio, está a punto de morir y antes de su fallecimiento recita estos versos a la cruz.
La composición son tres décimas[1]. Todo el texto es una personificación de la cruz. El personaje se dirige a la cruz, pero a quien realmente dirige su oración es a Jesucristo. La oración es un verdadero acto de contrición.
Para los estudiosos de la filología y de la teología estas tres décimas están cargadas de teología.
En la primera décima Calderón compara elementos del Antiguo con el Nuevo Testamento, que hacen alusiones a Jesucristo. Empieza con la palabra “Árbol”. Este término es recogido en toda la tradición de la iglesia al referirse a la cruz de Cristo. Un árbol da frutos, y la cruz de Cristo da frutos a los hombres. “- Produzca la tierra hierba verde, plantas con semillas y árboles frutales sobre la tierra que den fruto según su especie, con semilla dentro” (Gn 1,11). “- He aquí que os he dado todas las plantas portadoras de semilla que hay en toda la superficie de la tierra, y todos los árboles que dan fruto con semillas; esto os servirá de alimento”. (Gn 1, 29). Nuestros primeros padres pecaron, y para restaurar esa ofensa, Dios, por medio del árbol-cruz-Cristo, nos da su fruto-gracia-Cristo para el nuevo paraíso. Necesitamos comer del fruto para estar con Cristo, necesitamos la gracia de Dios para sobrevivir. Calderón insinúa que la cruz es la flor del nuevo paraíso, que ha instaurado Cristo, donde no hay pecado. Hay una tradición que dice que el Mesías abre las puertas del paraíso y da de comer del árbol de la vida a los santos.
Cristo clavado en la cruz forma con los brazos y los hombros un arco. El Arco de luz nos recuerda el pacto que hace Dios con Noé después del diluvio. “- Esta es la señal de la alianza que establezco entre vosotros y yo, y con todo ser vivo que esté con vosotros, para generaciones perpetuas: Pongo mi arco en las nubes, que servirá de señal de la alianza entre la tierra y yo”.( Gn, 9, 12-13). El comentario que hace la Sagrada Biblia, Pentateuco, a este punto nos sirve para concretar un poco más lo que estamos desarrollando. “De ahí que los Padres y escritores eclesiásticos hayan visto en el arco iris el primer anuncio de esta nueva alianza. Así, por ejemplo, Ruperto de Deutz escribe: “«En él Dios estableció con los hombres una alianza por medio de su Hijo Jesucristo; muriendo Éste en la cruz, Dios nos reconcilió consigo, lavándonos de nuestros pecados en su sangre, y nos dio por medio de Él el Espíritu Santo de su amor, instruyendo el bautismo de agua y del Espíritu Santo por lo que renacemos. Por tanto, aquel arco que aparece en las nubes es signo del Hijo de Dios…»”[2]. Pero ese arco de Luz (Cristo) trae la paz al mundo desde los más profundo del pecado, allí donde nadie ha llegado; Cristo llegó para liberar a los pecadores. Cristo desde el fondo del “mar” el cielo, trae la paz al mundo. Vid-Cristo, lo dice el Señor en el Evangelio, “yo soy la vid” a la que todos tenemos que estar unidos. El pueblo de Israel es la fértil vid que Dios trasplanta en Canaán.
El rey David con su arpa y sus canciones alababa a Dios, el nuevo David con la cruz-arpa alaba a Dios Padre. Leemos en el libro de Samuel capítulo 16, versículo 23 lo siguiente: “Cuando el espíritu de Dios se apoderaba de Saúl, David tomaba el arpa, la tañía con su mano, y Saúl sentía alivio y bienestar, pues se retiraba de él, el espíritu malo”. Cristo desde la cruz se ofrece como ofrenda al Padre. Desde la cruz alivia el dolor del Padre, nos redime.
Cristo es el segundo Moisés. Éste ha llevado el pueblo de Israel a la tierra prometida, entrega a los israelitas las tablas con los mandamientos de la Ley de Dios, el segundo, Cristo, ratifica los mandamientos en la tabla de la cruz y nos redime.
En la segunda décima, el personaje se reconoce pecador. Le recuerda a la cruz que ella no ha hecho méritos para tener crucificado a Cristo; Jesús en ella padeció y murió sólo por los pecadores. Le pide, por justicia, sus favores, ya que Cristo ha muerto por sus pecados y los de todos los hombres. Si los hombres no hubieran pecado, la cruz no tendría esa loa.
En la tercera décima, Eusebio le habla a la cruz de la devoción que siempre le ha tenido, siempre se ha sentido acompañado por ella, le pide que no permita que muera sin confesión; porque no es el primer ladrón que consigue la misericordia de Dios. La referencia es al buen ladrón, Dimas, que en el último segundo le robó a Jesús el cielo en el monte Calvario diciéndole: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Él le dijo: En verdad te digo, que hoy serás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 42-43). Eusebio dice que ya son dos los ladrones, y él tiene derecho a la redención que se obró en la cruz, por ser también un ladrón, y en este caso arrepentido.
[1] Décima: estrofa de diez versos octosílabos con la siguiente rima: abba, ac, cddc.
[2] Sagrada Biblia, Pentateuco. Eunsa, Pamplona 1997. nt 9, 8-17.

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