domingo, 4 de noviembre de 2007

La Alegría de la excursión

El sábado pasado fui con unos amigos de excursión. Como siempre pasa en estos casos, disfrutamos del fabuloso paisaje, a la vez que íbamos charlando y respirando aire puro.
Cuando hicimos cima, nos dispusimos a recuperar un poco de fuerza con unos frutos secos, para después poder comer tranquilamente en la base de la sierra.
Mientras disfrutábamos de una pequeña tertulia, uno de los excursionistas se encontró, por casualidad, una imagen de la Virgen María en un lugar recóndito de la cumbre. Alguien la había llevado y la había colocado en ese espléndido paraje, pero en un lugar escondido y de difícil acceso. Después de rezar una salve a la Virgen nos dispusimos a bajar donde teníamos los coches.
En el viaje de vuelta, todos recordaban que hace años en todas las cimas había una imagen de la Virgen o una cruz; y que los excursionistas tenían una bonita costumbre, siempre dirigían una plegaria a la madre de Dios. Pero ahora, los que no son excursionistas destruyen las cruces y las imágenes.

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