viernes, 29 de enero de 2010

"El que tiene un amigo, tiene un tesoro"

Mi relación con el gremio de los abogados ha sido siempre muy nefasta, no es que haya tenido muchos pleitos, pero todos lo que he tenido me han salido mal por culpa del abogado.
Hace unos meses me llegó una multa del ayuntamiento. La sanción era porque me había pasado un semáforo en rojo. Yo no era consciente ello, y llamé al ayuntamiento en cuestión para que me dieran alguna referencia de mi infracción. Simplemente me dijeron que me había visto un municipal, y que me había multado. Yo le pregunté si había foto, o testigos, etc, me dijeron que la autoridad es autoridad, y que me lo tenía que creer.
Se lo comenté a un amigo, abogado, y éste me dijo que él recurriría la multa, y que ganaríamos.
Pasó el tiempo, y a los dos meses, me llegó la misma multa, diciéndome que tenía que pagarla, que ya no tenía descuento. Le llevé el resguardo a mi amigo, y me hizo otra vez el paripé: ¿pero, cómo? No se enteran, etc. Yo me empecé a mosquear, y me dio la impresión que no había hecho nada, pero a pesar de todo, yo seguía confiando.
A los seis meses otra vez la dichosa multa, que ya no me acuerdo lo que decía. Se la volví a enseñar a mi abogado. No te preocupe, esto lo arreglo yo, me dijo.
Hace tres días me ha llegado la multa con apremio de embargo, hoy la he pagado, por cierto 100 € más de lo inicialmente.
¡Gracias, amigo!

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