domingo, 1 de noviembre de 2009

Sabino, a solas

Artículo publicado por Adolfo Suárez Illana en El Mundo del día 27 de octubre.
Como ya es bien sabido, sólo acepto asumir la representación de mi padre cuando el acto o la ocasión vaya dirigida, no a recibir honores, sino a rendir homenaje a quien lo mereció. Con ese criterio en la cabeza, convendrán conmigo en que pocas ocasiones me brindará la vida, mejor que ésta, para cumplir esa tarea.
He tenido la suerte de tratar a Sabino desde muy joven. Conste que utilizo sólo el nombre, sin faltar un ápice al respeto que le debo, porque el mismo, su nombre, a solas, le singulariza muy especialmente y, con ello, se refuerza el reconocimiento que merece. Pero fue mucho más tarde cuando pude descubrir y disfrutar la auténtica dimensión e importancia del personaje y del ser humano que se daban cita en Sabino.
En primer lugar, quiero destacar su inquebrantable fe católica. De ella emanaban la paz y la esperanza que siempre le caracterizaban. Creo que, ante su fallecimiento, es importante tener en cuenta esta referencia. A quienes compartimos esa misma fe y nos sentimos orgullosos, como él, de proclamarlo, nos llena de alegría -aun sintiendo la tristeza de la separación- el saber que, a buen seguro, tenemos en el Cielo un importante valedor del interés común de los españoles.
Y ésa es, precisamente, la otra característica que a mí hoy me gustaría poner de relieve: el servicio a España y los españoles, todos. Es importante, y más en momentos como los que vivimos hoy, volver la vista hacia personajes como Sabino, alguien que hizo siempre gala de su criterio sin buscar otra cosa que el interés común y la lealtad. Una lealtad que, para él, consistía en responder con sinceridad y rectitud a aquello que se le planteaba. No buscaba complacer, podía acertar o errar, se podía o no estar de acuerdo con él, pero él manifestaba siempre aquello que, sinceramente, creía que era lo mejor. Es francamente difícil encontrar personajes así en la vida pública española, lugar plagado de gentes dispuestas a repetir, irresponsablemente, aquello que creen gusta oír. Con Sabino se podría discrepar o no, pero era alguien que siempre enriquecía el debate guiado por su libertad.
Quizá por esa misma razón, hoy -y afortunadamente hace ya bastante tiempo-, concite Sabino el acuerdo unánime a la hora del reconocimiento. Hora es ya de que en España no haga falta compartir ideas, ni estar muerto, para recibir el respeto y homenaje merecidos por los servicios prestados a la comunidad. Creo que es la única forma que tenemos los ciudadanos de pagar a un político. Y creo que es la única forma que tenemos los ciudadanos de allegar a la política lo mejor de nuestra sociedad para servir al interés común.
Vaya desde aquí el homenaje y el respeto de Adolfo Suárez González y de toda la familia Suárez a Sabino y su familia. Vaya desde aquí, también, nuestra oración.

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